La milpa, nuestra milpa
Nuestra milpa está hecha de preguntas, de curiosidad, de anhelo.
Nuestra milpa no es una, son muchas.
Nuestra milpa no es nuestra, es de todxs.
Es la posibilidad de una milpa.
Es la semilla que nos dará una tortilla en el futuro.
Una tortilla que sabe bien.
Una tortilla que sabe a trabajo compartido y a dignidad.
Nuestra milpa es una imitación de las milpas de verdad.
Nuestra milpa quiere hablar del trabajo campesino como el más importante del mundo.
Es una esperanza de que todas las niñas y niños sepan qué es, cómo es y para qué sirve.
Es la herencia de nuestra tierra y de las manos de nuestros ancestros.
Es un legado de un conocimiento técnico, intuitivo y emocional.
Es el sabor que nos tocó.
Es el cuidado que elegimos.
Nuestra milpa está hecha de memoria.
De recuerdos de niñas y niños que comen elotes.
De abuelas que amasan.
De hombres y mujeres que siembran y que cosechan.
De niñas y niños que corren entre los surcos.
De niñas y niños que saben a lo que sabe una tortilla.
De infancias vividas en el campo.
De infancias que anhelan saber de dónde vienen los alimentos.
Nuestra milpa es de papel y de hambre.
Nuestra milpa también quiere fertilizar, sembrar, colaborar, florecer y hacer comunidad.
Nuestra milpa es de palabras.
Nuestra milpa es un altar.
Nuestra milpa es un tejido de sueños.
Nuestra milpa le habla y le pregunta a la milpa que da maíz y calabazas, frijoles y habas y quelites
y tomatillos.
Nuestra milpa también es de hojas.
Nuestra milpa también requiere tiempo.
Nuestras infancias también necesitan milpas.
Nuestra milpa es para que haya siempre milpas.